Completamente solos bajo aquel cielo encapotado nos conocimos entre la lluvia cubiertos por el techo de una vieja estación de tren. Sentada en un banco con aquél vestido de color vainilla y las mejillas sonrojadas por el azote del viento, sus ojos verde esmeralda brillando bajo el reflejo de las gotas de lluvia y su melena peli-roja bailando por su alrededor, la encontré esperando un tren en el que nunca llegaría a subir. Me senté a su lado y quedé paralizado por el dulce perfume que pude respirar, entonces ella me miró y con una sonrisa, logró echar al soldado que habitaba en mi des de hacia ya tanto tiempo.
-¿Cómo te llamas?
-Raúl Reyes León de Baruch- le respondí de forma tensa, mirando fijamente sus ojos e intentando buscar calma en lo más profundo de sus pupilas.
- Mejor voy a llamarte Raúl, si no te importa- Fascinado por ella, embrujado por la magia que transmitían sus palabras y deseando pasar el resto de mi vida a su lado, cedí ante la mujer que logró convertirme de nuevo en un hombre y desterró al ruin soldado que tanto daño causó en el pasado.
- Puedes llamarme como quieras- Sonrió y advertí que se quedaría a mi lado para siempre.
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