A su corta edad ella ya es consciente de muchas cosas, percibe el mundo de los adultos como algo muy cercano. Los derechos de las personas y los respectivos deberes, ella conoce todo esto, sólo que aún desconoce que implica tener derecho a algo. A la edad de nueve años ya se ha dado cuenta de que el mundo es asquerosamente injusto pero incluso así, ella sigue luchando para que su vida mejore. En su casa, amargura, tristeza y soledad se disputa el sillón de reina, ya que su madre nunca está dispuesta a que felicidad, ternura y calor entren por la puerta. En casa ella esclava es de las tareas: lavar, fregar, doblar, limpiar... se siente cenicienta, aunque sabe que ningún príncipe la va a buscar nunca. En su casa su madre se maquilla y sale de fiesta para luego llegar a las nueve de la mañana y despedirse de su hija que se va al colegio, eso cuando no se queda tumbada en el sofá mirando la tele y abrazando una botella de ginebra. Es consciente de que su madre nunca subirá las escaleras para leerle un cuento de buenas noches y sabe perfectamente que eso de invitar amigas a casa es un privilegio que sólo tienen los demás.
Sus amigas van al colegio siempre acompañadas por sus padres, se despiden pero sabe que al cabo de unas horas volverán a verse. Ella no, ella va al colegio con una mochila que encontró en la basura, sus medias están llenas de agujeros y va sola por calles desiertas. Echa en falta unos padres que la cuiden, mas él un día se fue y ella cayó en el más profundo vacío. Pero la niña nunca se queja, no le reprocha a su madre que está enferma ni envidia a sus amigas por tener padre, madre y mil cosas materiales.
Cada mañana ella se levanta, hace su cama, se viste y prepara el almuerzo y entre tanto va al comedor y se encuentra a su madre tumbada en el sofá profundamente dormida. Le quita la botella de las manos y la deja encima de la mesa, coge esa manta vieja de color azul desteñido que siempre está por el suelo y cada día, con todo el cariño que una hija puede tener hacia su madre, la tapa, le desea unos buenos días y le da un beso en la mejilla. Luego ella se va al colegio, al verlas saluda efusivamente a sus amigas, sin rencor y con una enorme sonrisa dibujada en los labios, deseando que algún día las cosas cambien, pero hasta entonces, poder seguir viviendo.
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