viernes, 9 de diciembre de 2011

SIETE DÍAS PARA UNA ETERNIDAD

Hace un rato has inventado una cosa maravillosa sin darte cuenta. 
—¿Qué he hecho? 
—Al pasar por delante de mi arco, me has sonreído. Poco después, ese detective que viene muchas veces a comer aquí ha pasado en coche y me ha mirado con su eterna cara de gruñón. Nuestras miradas se han cruzado, le he ofrecido tu sonrisa y, cuando se ha marchado, la llevaba en los labios. Sí, lo he visto. Así que, si confiamos un poco, se la habrá trasladado a la persona que haya ido a ver. 
¿Ves ahora lo que has hecho? Has inventado una especie de vacuna contra el instante de malestar. Si todo el mundo hiciera eso, dar simplemente una sonrisa una vez al día, ¿te imaginas el increíble contagio de felicidad que se extendería por la Tierra? Entonces ganarías esa apuesta.



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