Y entonces él se acercó a ella.
Ésa sensación que la invadió fué algo que nunca jamás habia sentido.
Cada parte de su ser, deseaba estar más y más cerca de él, no podía resistirlo, no podia negarse a semejante atracción. Entonces él le rozó la mejilla con un suspiro de sus labios, un suspiro suave y dulce, cómo la brisa del mar que te acaricia la cara una tarde de verano. Un suspiro leve que fue subiendo de intensidad hasta convertirse en deseo.
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